jueves, 29 de agosto de 2013

PEDRO MARTÍNEZ Y JOSÉ ANTONIO GARCÍA ANDRADE

Dos golpes me han herido este mes de agosto.  Las noticias en la prensa de los fallecimientos de dos personas con las que trabajé años atrás en plena armonía y confianza.   Pedro y yo compartimos despacho durante varios años en la Plaza de Castilla.   Un tipo más bien callado (estarán de acuerdo en ello los que le conocían), hasta que le daba por hablar y entonces te sorprendía.  Educadísimo, con principios muy firmes en defensa de los más desfavorecidos, muy discreto, y fumador nada molesto. Antes de las leyes anti tabaco jamás fumó en nuestro despacho.   No sabía que estaba enfermo, y lo he sentido de veras, como estoy seguro que sus compañeros de la Fiscalía de Madrid.   Jose Antonio García Andrade era el forense de mi Juzgado, el 44 de Madrid.  Durante ocho años trabajamos juntos con Maria Luisa Lázaro, nuestra magnífica y entrañable Juez.  Había sido profesor en la Escuela Judicial y allí nos transmitía un extraño gusto por lo más duro de la profesión de Médico Forense, con detenidas explicaciones brillantemente desarrolladas (era un auténtico comunicador que frecuentaba los programas de televisión).    Siempre le respeté, aprendí mucho de él y traté de corresponder a su afecto; y luego -a pesar de los buenos propósitos en contra- le perdí la pista.     Es duro perder referentes como esos.  

jueves, 1 de agosto de 2013

CUESTIÓN DE COMPAÑERISMO

Peor que aquel compañero que nos deja el preso justo cuando se va de vacaciones; peor que el que se salta el turno de vacaciones quitándonos el nuestro; que el que antes de irse del Juzgado o en una sustitución despacha todo el papel con diligencias inútiles; que el que nos quita un lote de trabajo al que teníamos preferencia; que el que se da de baja ante una semana de juicios duros; que el que esquematiza hasta lo ininteligible el extracto, o no lo hace; que el que nos quita nuestros códigos de la mesa; que el pelota que saca ventajas con el Jefe; peor que el que se escaquea cuando hay que pagar un regalo o una cena; peor que el que no compra toga y usa la de los demás; peor incluso que el que hace a voleo la estadística cobrando siempre la productividad.   El comportamiento de los vocales elegidos del Consejo -en  términos de compañerismo y en mi opinión- es peor que todos los anteriores cuando votan para cualquier puesto no al mejor (por criterios de mérito acreditado y capacidad y con transparencia de porqué lo hacen), sino al afín, al asociado, sobre la base de su personalidad, de que está dentro de la Fiscalía o de España, o de que está fuera, porque ha sido Jefe o porque no lo ha sido, o por cualquier otra gansada que se les ocurre "ad hoc" y de la que solo nos enteramos por comunicaciones incompletas e interesadas de sus asociaciones y no de ellos.  O cuando hacen el apaño de uno para ti y otro para mi, o cuando ceden ante el deseo de la superioridad para apoyar a fulano o a mengano.  Porque a los primeros se les señala en todas las Fiscalías por quitarnos algo de confort, algo de comodidad profesional, nos meten algo más de trabajo o nos privan de algo de dinero.  Pero estos -cuando actúan así- nos quitan nuestra promoción profesional (en algunos casos provocando la salida voluntaria de fiscales de la Carrera), nos quitan nuestras expectativas legítimas, ningunean nuestros esfuerzos y nos causan un descreimiento y desconfianza en la institución a la que queremos y servimos; y además nos la quitan cuando les hemos elegido nosotros para estar ahí para que luchen por la defensa de nuestros intereses; y para poder seguir haciendo lo mismo, han establecido y mantienen una opacidad digna del proceso canónico medieval.    Ya no es solo que sean el instrumento necesario que requiere el poder político para influir en la Fiscalía; es que la cuestión tiene una vertiente de simple compañerismo.  Yo desde luego no apoyaría para ninguna raimunda a los que actúan de esa manera.